martes, 7 de septiembre de 2010

MUJERES ,GÉNERO Y DEPORTE



En 2008, Danica Patrick fue pionera en 2 aspectos: la primera mujer en ganar una carrera en Indy Cart y la primera conductora de carreras en aparecer en la revista para hombres FHM. En FHM, Patrick sólo vestía ropa interior de cuero de color rojo mientras extendía sus largas piernas sobre el capó de un coche. Las fotos iban acompañadas por una corta entrevista donde Patrick contestaba a preguntas como “¿tu ropa interior es ignífuga?” o “¿cuántas veces al mes eres una piloto agresiva?”

Nada que ver con una de las estrellas del baloncesto femenino, Candance Parker. Podemos decir que Parker es la mejor jugadora de baloncesto del mundo. Ella pasó gran parte del año pasado embaraza. En la revista ESPN Parker fue vestida de premamá de color blanco y aparecía en una foto acariciando su vientre.

Así es como comenzaba el artículo “Candance Parker es preciosa. Asombrosa, realmente con su perfecta piel, con sus interminables piernas… Ella es la mujer que juega como un hombre, eso sí, su belleza no puede ser igualada por ninguno”.

La revista ESPN en el artículo sobre Parker se refería a Danica Patrick de la siguiente manera: “Patrick no está cerca de ser la mejor en su campo, no lo necesita, porque para ella es suficiente posar de manera caliente en Maxim. Mientras tanto Parker sigue centrada en su trabajo… Aquí no hay nada superfluo que ella necesite. Cree en sí misma, en su vida, en Dios”.

Tanto en el caso de Danica Patrick como en el de Candance Parker muestran comos e ha encasillado a las mujeres deportistas desde hace un siglo; 1º como únicamente chicas, secundariamente por su trabajo como deportistas o bien se las ha mirado de manera que tengan que demostrar constantemente su heterosexualidad.

Todas las mujeres tienen que aparecer como posibles madres o chicas sexies para ser admiradas por los hombres. La forma en que las mujeres deportistas han sido tratadas ha sido, por un lado, desde el sexismo y, por el otro, desde la homofobia. Y ambos tratamientos fueron dados a la atleta sudáfricana Caster Semenya.

Caster estableció un record mundial en los 800 metros de los Campeonatos Junior Africanos del 2009. Por sus marcas ya debería de haber ido a unos Juegos Olímpicos. Cuando Caster ganó en el Mundial de Atletismo del pasado verano fue sometida a un test anti-dopping, dando como resultado que no había tomado ninguna sustancia que aumentara su rendimiento. Mientras tanto sus competidoras rumoreaban: sus músculos no parecen los de una mujer. Su cadera no es femenina. Su voz no suena como la de una chica. Era demasiado rápida, demasiado buena. En la cultura de las mujeres deportistas, esto sólo puede llevar a una conclusión: si ella era tan buena, lo era porque era hombre en parte.

Los rumores se difundían, la tensión se notaba en el ambiente y las autoridades deportivas acabaron sometiendo a Caster a un “Test de Género”, el cuál incluye métodos invasivos por un ginecólogo, la intervención de un endocrino y la de un psicólogo. El por qué un psicólogo es necesario para determinar el género todavía es un misterio.

Entonces la humillación: su test fue filtrado a la prensa, que pedía además que se mostrara la exploración interna a la que fue sometida y sí tenía útero u ovarios (un test de este tipo nunca debe ser público y deber ser tratada cualquier conclusión del mismo de manera confidencial).

Es posible que Caster Semenya sea una de las millones de personas en el mundo (uno de cada 1666 nacimientos sólo en los Estados Unidos) que son clasificados como Intersex. O ella puede tener el S.I.A. (Síndrome de Insensibilidad Andrógena), el cuál puede afectar a 5 de cada 100.000 nacimientos.

Pero sea como sea Semenya, no debería ser más que algo que deba saber ella y su doctor y no ser motivo de mofa. En lugar de ello fue puesta en el punto de mira.

Y entonces apareció la pregunta obvia en los medios de comunicación deportivos, ¿Importan las ventajas biológicas en la competición? Nadie plantea la pegunta si la estrella de baloncesto Yao Ming tiene una ventaja desleal por su gran altura. Nadie preguntó en los Juegos Olímpicos de 2008 si el nadador Michael Phelps tenía una ventaja desleal por su pie gigante como una aleta. Si por algo fue alabado fue por sus características físicas fuera de lo normal. ¿Por qué no es admirada Caster Semenya por su esbelta cadera y sus poderosos músculos hechos para correr? La historia del tratamiento horrible a Caster fue similar al dado a Mildred “Babe” Didrikson a principios de siglo.

Babe Didrikson surgió en los años 20 y fue una sensación en los Estados Unidos. Fue descubierta por la Liga de Fútbol Americano. Un reportero le preguntó una vez si “¿Hay algo a lo que no sepas jugar?”, ella contestó, “Sí, a las muñecas”.

A pesar de sus éxitos deportivos no fue respetada por los cronistas deportivos que denunciaron que Didrikson era “varonil” y “no demasiado femenina”. “Ella no podía competir por conquistar a los hombres con las demás mujeres”, comentó un reportero.

Didrikson entonces desapareció de la escena pública y regresó en los años 50, con el pelo largo, un kilo de maquillaje y jugando al golf, lo cuán estaba percibido como un deporte apropiado para las mujeres. Ella además ya estaba casad con el gigantesco luchador George Zaharias. “Ahora casada con un gran hombre aprenderá como ha de portarse una mujer”. Se regocijaban asimismo escribiendo. “Babe es una señorita ahora. La más sorprendente atleta del mundo ha aprendido a vestir bien y cocinar para su enorme marido”.

Desde Babe Didrikson a Caster Semenya, ¿Por qué existe tanto sexismo y homofobia en los deportes? Desde que a finales del siglo XIX se empezaron a organizar campeonatos de deportes de élite, muchas mujeres han sido vetadas de la participación en los mismos.

Algunas mujeres ricas tenían acceso a deportes como el golf y el tenis, pero eso no era un refugio ni una liberación para la mayoría de las mujeres. Sin embargo, incluso en la práctica por una minoría de mujeres de estos deportes, en particular el tenis, no era un placer. Mirando al inicio del siglo XX, las mujeres eran obligadas a jugar al tenis con corsés.

Muchas mujeres de esta manera veían la práctica de este deporte de manera sofocante. El uso del corsé sólo fue abandonado cuando una quinceañera, Lottie Dod condsiguió una excepción al uso del mismo porque ella jugaba con el uniforme de la escuela y ganó Winbledon. Más tarde, Lottie hizo una petición “para que las mujeres usaran un atuendo adecuado `para jugar al tenis que no impidiera la respiración”.

Pero para la mayoría de las mujeres fueron denegados los beneficios del ejercicio, de la buena forma física y del juego, por lo que las primeras activistas en defensa de los derechos de las mujeres, las sufragistas, empezaron a demandar el deporte también para las mujeres. Los chicos ya tenían programas deportivos desde la escuela pública al instituto. Ellas creían que las chicas también deberían tenerlos.

En respuesta todas una serie de charlatanes y manipuladores desarrollaban explicaciones sobre como los deportes podían causar infertilidad en las mujeres, que podían hacerlas ninfómanas o que les podía crecer un pequeño rabo.

Para las mujeres deportistas (quienes venían tanto de clase media como de clase trabajadora), el simple acceso al deporte podía simbolizar liberación para ellas. El corsé pasó a no ser utilizado y a usarse la bici, debido al aumento de las luchas en ambos casos. La comunidad científica de entonces atacó el uso de la bicicleta, sacando artículos que concluían que el uso de la bicicleta podía causar infertilidad por implosión del útero. Además del colapso del útero, los doctores clamaban que las mujeres serían susceptibles de desarrollar “cara de bicicleta”, una condición que también podía llevar a “una cara con una mandíbula sobresaliente, unos ojos curiosos de salvaje, y una expresión torcida”.
En realidad, las feministas pioneras como Elizabeth Cady Stanton reconoció que el derecho al juego físico fue intensamente vinculado a la liberación de la mujer. En un fragmento de la revista para mujeres The Lily, ella clamaba contra los que hablaban de superioridad física “del hombre” y que “nosotras no podemos decir que las mujeres puedan ser físicamente inferiores al hombre, si a las mujeres no se les deja la misma libertad que a los hombres para nadar, escalar o jugar a la pelota”.

Ella estaba argumentando contra la segregación por género en los deportes. Argumentaban que la crianza y no la determinación natural hacían al hombre físicamente superior en los deportes. Esto fue un valiente argumento. Pero era un argumento que ella y otras tenían perdido. Ya por entonces aunque las mujeres habían ganado el derecho a practicar el deporte, pero por separado y de forma desigual con respecto al hombre.

En este sentido, la primera generación de profesores de gimnasia para mujeres argumentaron que los deportes debían de estar segregados por sexos, porque sólo bajo unos ojos vigilantes las mujeres podían estar prevenidas de la “pérdida de su control sexual” o de la “estimulación emocional”. Los profesores de educación física también decían que ellos podían ser los guardianes contra el lesbianismo que era consecuencia del deporte.

Ya en esos lejanos días, cada vez que las mujeres podían competir mostraban un nivel excelente. En 1924 Sybil Bauer estableció un record mundial en natación de estilo espalda, superando el récord que habían establecido los hombres. También por entonces Gertrude Ederle atravesó el Canal de la Mancha, casi 2 horas más rápida que el récord femenino. Cuando Ederle logró el record, los periódicos dijeron de manera trepidante “es una batalla ganada por el feminismo”.

Pero aunque el mundo del deporte se abría, muchos viejos estereotipos volvían a aparecer. La Unión de Atletismo Amateur integraba bellas concursantes en los grandes torneos de atletismo. Eso era común para los programas de educación física, en los que para alejarse de la etiqueta de lesbianas requerían “tener una apariencia atractiva”. Estos pensamientos fueron la norma hasta que el país entró en la II Guerra Mundial. Los hombre tuvieron que marchar al frente y las mujeres fueron a trabajar a las fábricas. El símbolo de este masivo cambio social fue la imagen de Rosie La Remachadora. Otro símbolo de esta transformación fue el hecho de que se constituye la Liga de Béisbol Profesional de Mujeres (AAGBL), que duró de 1943 a 1955.

Pero se celebraron muchos más campeonatos de deporte profesionales con gran nivel de juego y con el apoyo de mucho público ( la AAGBL alcanzó la cifra de un millón de fans en un año).

Pero las jugadoras también vestían faldas y toda una serie de apariencia femenina como el uso del maquillaje, el pelo largo, etc. Impuesto desde arriba. Cualquier insinuación al lesbianismo o lo que ellos entendían por lesbianismo significaba la baja inmediata en la competición.

La Liga fue desmantelada hacia el final de la Guerra. Después de la Guerra el país quería a Rosie La Remachadora en la cocina y criando niños. Se pasó de Rosie a Junie Cleaver, la cuál representaba el modelo de mujer como ama de casa y cuidando niños.

Se persiguió el ideal de la mujer que tenía que estar en casa. A su vez fue acompañado por considerar los deportes desde un punto de vista homófono.

Eran los años de las redadas de Mc Carthy contra los gays y las lesbianas, de los despidos de homosexuales en los empleos públicos y de los ataques en los bares. Esta homofobia invadió de forma más virulenta el deporte femenino que en el pasado.

Este era el panorama bajo el cuál las mujeres competían (o no competían) hasta finales de los 60, cuando un creciente movimiento por los derechos de las mujeres demandaba igualdad en la sociedad y en los deportes.

Esto se manifestó principalmente por 2 acontecimientos: el contenido del Pasaje IX de la ley del 1972 que estipulaba que “ninguna persona en los Estados Unidos podía, en base a su sexo, ser excluida de la participación, denegados los beneficios o ser sometida a algún tipo de discriminación bajo cualquier programa educativo o actividad que reciba asistencia financiera federal”. Y por el surgimiento de la gran Billie Jean King.

El ímpetu del nuevo movimiento fue demostrado cuando Billie Jean King se enfrentó a Bobby Riggs en la “Batalla de los Sexos”, un partido de tenis contra Riggs, campeón de Wimbledon del año 1939. Riggs había ganado ya a la campeona de mujeres, Margaret Court, en el Día de la Madre de 1973. King, que previamente había rechazado jugar contra Riggs, aceptó su último desafío. “Pensé que retrocederíamos 50 años si no ganaba ese partido” dijo la 12 veces campeona del Gran Slam, y añadió “Sería la ruina para el circuito de mujeres y afectaría a la autoestima de las mujeres”.

Las aficiones animando a uno y a otra fueron los más competitivo del día, pues King ganó de manera aplastante a Riggs. Como Neil Amdur escribió en el New York Times, “Quizás lo más importante para las mujeres en todas partes fue que ella mostró que una mujer deportista podía sobrevivir en situaciones llenas de presión y que los hombre sufren el mismo nerviosismo que las mujeres”.

King era algo más que un símbolo o una deportista. Ella era una nativista en el movimiento de mujeres por la igualdad de derechos, y más tarde reconoció que era lesbiana y fue también activista por la igualdad de la comunidad LGTB. En palabras de las gran tenista Martina Navratilova “representaba a los rebeldes que luchaban por los derechos de todas, por hacernos sentir orgullosas de ser deportistas”.

King luchó por creación de un sindicato de mujeres tenistas y fue una de las impulsoras de la Asociación de Tenis de Mujeres (WTA). Fue elegida la primera presidenta en 1973. En 1972 desde la WTA de convocó un paro de jugadoras porque el Abierto de los Estados Unidos pagaba menos a las mujeres que a los hombres. En 1973, el Abierto de EEUU fue el primer torneo importante que daba los mismos premios para hombres y mujeres.

Hoy en día uno de cada 3 jóvenes niñas práctica deporte. Hace 25 años el número era de una cada 27. Este avance es importante ya que la práctica del deporte hace que las mujeres tengan menos posibilidades de sufrir osteoporosis, trastornos de la alimentación o sufrir depresión. Esta ley ha mejorado la vida de millones de mujeres en los EEUU.
Pero para muchas mujeres, los deportes siguen siendo un espacio de denigración, no de celebración. Los trajes de baño, las animadoras o los anuncios de cerveza, reflejan le sexismo que hay en el deporte, concibiendo a las mujeres como un objeto de diversión.

Aunque mujeres deportistas como Sheryl Swoops de la WNBA han salido del armario, todavía es muy difícil hacerlo.

Sólo cuando se combate frontalmente los fundamentos de la homofobia, estos son erosionados. Ese fue el caso de Jen Harris. Jen fue una de las máximas anotadoras del equipo femenino de baloncesto de Penn State. Pero entonces ella dijo que era lesbiana y fue apartada del equipo. Su entrenador, Rene Portland, elegido 2 veces mejor entrenador del año, tenía 3 reglas en su equipo: no drogas, no alcohol y no lesbianas.

Jen se negó a acaptar ser apartada del equipo, demandándolo por discriminación. Se llevaron a cabo manifestaciones en el campus. Otras jugadoras del Pen State, revelaron años de abusos psicológicos, humillaciones y discriminación. Es en parte debido a personajes como Rene Portlanf que Caster Semenya estuvo a punto de suicidarse el año pasado. Es debido a gente como Portland por lo que necesitamos un movimiento de liberación sexual que vea el acceso al atletismo como un derecho y no un privilegio. Y es por gente como Billie Jean Kings que tenemos una hoja de ruta sobre que hacer y como luchar.

Bueno, ¿y qué pasa con los chicos? Ser gay en un vestuario de hombres no es precisamente fácil. Es difícil imaginar una mayor atmósfera de opresión. Los insultos contra los homosexuales están tan arraigados en los deportes profesionales como el racismo hace 50 años. A jugadores como el lanzador John Smoltz le preguntaron su opinión sobre el matrimonio homosexual. Contestó lo siguiente, “¿Qué vendrá después? ¿Poder casarse con animales?. Muchos deportistas profesionales han convocado ruedas de prensa sólo para desmentir que son gays.

Para este tipo de mentalidad, ser gay es ser débil. Ser gay es ser vulnerable. Incluso existen organizaciones cristianas como Atletas en Acción, con conexiones con grupos que promueven “terapia reparativa” para gays y lesbianas.

De esta manera no nos puede sorprender que en los deportes mayoritarios de los EEUU (béisbol, baloncesto o fútbol) ningún jugador en activo ha salido del armario. No es de extrañar ya que estos jugadores (muchos de ellos procedentes de clase trabajadora) perderían su trabajo.

Por esta razón, los deportistas que han salido del armario lo han hecho cuando se han retirado como Esera Tuaole de la NFL o John Amechi en la NBA.

Pero existen más razones para entender porque en los deportes masculinos hay tanta homofobia. Para entender de donde vienen las ideas de la homofobia tenemos que conocer la historia y buscar en la base de la fundación de los deportes en los EEUU.

Después de la Guerra Civil americana asistimos a un período de gran desarrollo industrial y a un aumento de la inmigración hacia los USA. Desde 1860 a 1900, la población aumentó de 31 a 75 millones. Nueva York creció de 800000ª 4 millones de habitantes, Chicago pasó de 100.000 a 2 milllones. Las vías de ferrocarril comunicaban ya todo el país. Fue la época del boom de los nuevos ricos como Rockefeller, Vanderbilt, etc.

En 1877, como la economía se derrumbó, las aguas residuales pasaron a inundar las vías de agua potable de muchas ciudades. Había miles de muertes de niños por semana. También fue el año de la gran lucha nacional de los trabajadores del ferrocarril y la primera huelga general en la historia de los Estados Unidos en St. Louis.

Aunque se enfrentaron a una enorme represión, la oleada de huelgas fue una muestra de la ola de malestar que sacudía el país.

Pero los jefes necesitaban claramente algo más que fusiles y bayonetas. Se necesitaba garantizar el orden y “amansar” a los trabajadores. Y aquí es donde vemos como una respuesta al caos social y al aumento de lucha de clases, el nacimiento de la idea de que el deporte podría ser utilizado para promover los valores estadounidenses entre los pobres.

Entonces los ricos invirtieron millones de dólares en hacer que los deportes fueran una opción para los jóvenes varones inmigrantes. Entre otras medidas Rockefeller , Cornegie y Vanderbilt suscribieron la Liga de las Escuelas Públicas Deportivas, un movimiento que puso los deportes en las escuelas urbanas, gracias a fondos privados.

Pero la explosión deportiva no sólo trataba de controlar a los trabajadores. Se trataba de formar también los jóvenes miembros de la clase dominante. La disciplina y la jerarquía eran claves para ello.

Entonces los deportes se concibieron para hombres fuertes y varoniles. Y se extendió el uso de una palabra para aquellos que no les gustaba el deporte: mariquita.

Las escuelas de élite como Harvard, Yale y Brown promovieron de forma masiva ligas para competir entre universidades.

Si miramos hacia atrás, vemos como incluso dentro de las élites dominantes se fomenta el deporte en clave de lucha y competición para derrotar al enemigo, para formar gente preparada para dirigir el genocidio en el extranjero y la represión a los trabajadores en los Estados Unidos.

Esta cultura de la muerte fue conocida con orgullo como Cristianismo Muscular, en el que se da un duro entrenamiento para conseguir una nueva raza anglosajona perfecta. Parece idiotez machista (y lo es) pero con claros objetivos y no machismo por amor al machismo.

Eran las ideas de la clase dominante para preparar a EEUU como imperio. Fue el periodo en que Estados Unidos invade Filipinas, América Latina y el Caribe, estando los valores del deporte fuertemente unidos a la expansión del cristianismo por la fuerza y la conquista de otras tierras. Albert Splading escribe como el béisbol es una parte más que ayuda al imperio de Estados Unidos. De hecho, allí donde los americanos establecen colonias se convierte en el deporte por excelencia, como en Cuba o Puerto Rico.De esa manera se usó el deporte para aminorar la lucha de clases en el país y preparar a la gente para la guerra en el extranjero.

El deportista de los Estados Unidos pasó a ser una reencarnación de la hombría perfecta. Por estas razones existe tanta homofobia en el deporte, se trata de vender a los EEUU con una imagen de dominación, de carácter militar. ¿Después de todo, quién lanzó la moneda en la Súper Bowl de 2009? Fue el general David Petraeus.

Pero hay cosas que están cambiando. Y una vez más, no se produce porque sí, sino mediante la lucha. Tom Waddel, un decatleta en los Juegos Olímpicos de 1968, salió del armario, se lanzó a la política y fue uno de los promotores de los Juegos Gays en San Francisco en 1982. La idea de los juegos era una competición abierta a todos y todas, independientemente de su habilidad u orientación sexual. Pero el COI y su equivalente estadounidense (USOC) demandaron a Wadell y demás organizadores por usar la palabra Juegos Olímpicos. Pero Wadell no se amilanó y diseñó una visión muy distinta de lo que podrían ser los deportes.

Al final y pese a la presión del COI sobre Waddell, los Juegos Reunieron a 3000 atletas de 18 países compitiendo en 17 deportes distintos. Hubo 3 veces más mujeres que hombres en 1986 en el levantamiento de peso. Y las personas seropositivas compitieron en un momento en que la enfermedad era ignorada por la Administración Reagan y era llamada “Plaga Gay”.

En 1994 se celebraron los IV Juegos Gays en Nueva York. Participaron más de 11.000 personas en 31 modalidades distintas. Por primera vez en la historia y gracias a la presión social, el gobierno de Clinton permitió a los seropositivos ingresar en el país sin permisos especiales.

Los Juegos Gays son una inspiración para aquellos de nosotros y nosotras que queremos la igualdad de derechos, trato y oportunidades; pero hoy en 2010, hay una razón más positiva y que comienza con el hecho de que hay un movimiento. Cada paso del movimiento es la lucha por la igualdad en un área tan conservadora como son los deportes.

Es imposible pensar en los primeros días del movimiento por los derechos civiles sin recordar a Jackie Robinson, primer negro que rompió un record con los Dodgers de Brookly en 1947 o en la década de los 70 a Muhammad Alí.

No podemos considerar el movimiento de mujeres como tal sin recordar a Billie Jean King. En el plano de lucha LGTB, Fujita en la Súper Bowl de 2010 aprovechó la atención que le prestan los medios para hablar de los derechos LGTB y sus declaraciones fueron recogidas por el New York Times, The Boston Globe y muchas otras publicaciones.

Cuando jugadores de fútbol americano, fiel reflejo del Cristianismo Muscular hablan de estos temas, desafían la idea de lo que debería ser un “hombre verdadero”. Y eso es algo que debemos celebrar.

Un mensaje para los hombres y las mujeres: la mordaza de la homofobia en el deporte no se aflojará a menos que haya un movimiento en los estadios y en la calle.

Se trata también de luchar por un mundo donde los deportes son los juegos, la diversión y la emoción del trabajo en equipo y no se trata de preparar a nuestros jóvenes para la guerra. Un mundo donde primen la dignidad y la humanidad.

Mi eslogan favorito de la Marcha por los Derechos Civiles en Washington D.C. fue “nosotros sostenemos unas verdades que son malditamente obvias”. Esto es absolutamente correcto. Pero hará falta pelear para sacar esa verdad a la luz del día.

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Dave Zirin, es escritor deportivo para Nation, y columnista para la revista Slam. Es además colaborador en el programa Sports Radio y autor de varios libros, incluido “A People´s History of Sports”. Su último libro salió en julio de 2010 y se titula “Bad Sports: How Owners are Running the Games We Love”.

Traducción por Santi Amador, militante de En Lucha-Sevilla, de http://www.isreview.org/issues/72/feat-women&sports.shtml

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