sábado, 19 de marzo de 2011

FUKUSHIMA:REFLEXIONES SOBRE LA ENERGIA NUCLEAR



Por Óscar Simón.

Hace menos de una semana, la costa este de Japón fue afectada por un terremoto de 8,9 en la escala Richter y un tsunami (hola marina que alcanzó los 10m de alto) posterior. Cerca de 20.000 personas desaparecidas, decenas de viviendas arrasadas y cientos de miles de desplazados. Todo eso en un país como Japón, de los más avanzados del mundo en la prevención antisísmica. Ciudades como Sendai, con una población superior al millón de personas, aislada, sin electricidad ni agua potable.

Sin embargo, la atención global no se centra en el rescate de supervivientes, ni en la caída de la bolsa o en la paralización de la industria, sino en lo que está pasando en la central nuclear de Fukushima (o mejor dicho, complejo nuclear), en el que se localizan seis reactores, de los cuales tres (el Fukushima 1 (1971), el Fukushima 3 (1976) y el Fukushima 4 (1976)) se encuentran en estado subcrítico (es decir, han enviado radiación al exterior) y el Fukushima 2 (1974) en estado crítico, donde ha habido una fusión parcial del núcleo.

Sobrevuela en el ambiente el fantasma de Chernobil 1986. De hecho, el radiobiólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Eduard Rodríguez-Farré ha asegurado hoy martes que el accidente en la central de Fukushima está siendo como "un Chernobil a cámara lenta", ya que cada día están habiendo explosiones en la estructura externa de los reactores. La situación es desesperada; los técnicos intentan evitar la fusión de los núcleos bombeando agua marina, hecho que, pase lo que pase, ya ha dejado irrecuperables las centrales.

La situación se ha ido agrabando a lo largo de los días. El viernes, el primer ministro decía que la situación estaba controlada y que no habría fugas. Hoy, se han evacuado a más de 200.000 personas, a las que se les están repartiendo tabletas de yodo para protegerlas de yodo radiactivo que provoca cáncer de tiroides y que ya se ha detectado en la central. Los EEUU han alejado a más de 180km los portaaviones; Tokio se halla a 250 km de la central. La radiación es unas 50 veces superior a la habitual, es decir 5 microsievert/h según los expertos –en una radiografía se reciben 50 microsievert.

En estos momentos es difícil conocer la situación exacta, ya que la información aparece con cuentagotas. Ojalá se pueda evitar que la situación se agrave. No obstante, lo acaecido en Japón sitúa de nuevo a la energía nuclear en el centro del debate energético.

El lobby nuclear ha ido aportando en los últimos años argumentos en forma de lluvia fina, sin estridencias, hablando del incremento de la seguridad, de la necesidad de la energía nuclear para reducir la dependencia del petróleo e incluso para evitar el cambio climático.

Primer Mito: la nuclear es segura

Incluso hoy, cuando millones de japoneses tienen el corazón en un puño, los pro-nucleares argumentan que el accidente demuestra que las centrales son seguras –claro está, si al final la situación no empeora. Supongo que si ellos estuvieran evacuados viviendo en un polideportivo y tomando yodo de manera preventiva para tratar de evitar el cáncer de tiroides pensarían de manera diferente. Incluso en Japón, la tercera potencia económica mundial y el país más avanzado en prevención antisísmica, la energía nuclear se ha demostrado insegura.

Se argumenta que en el Estado español no puede haber terremotos ni tsunamis, y hasta cierto punto es cierto. Sin embargo, en el Mediterráneo han habido terremotos y tsunamis en el período de la Grecia clásica que comportaron la desaparición de ciudades. Y, hace tres años, en Italia tuvo lugar un gran terremoto que acabó destruyendo la ciudad de l’Aquila.

Segundo Mito: Las nucleares reducen la dependencia

Es falso, el combustible nuclear es mucho más escaso que el petróleo, localizado en menos países. Por lo tanto, el suministro depende de los avatares geopolíticos.

Tercer mito: La nuclear no es contaminante

Se argumenta que la nuclear es no contaminante, siempre y cuando no se hable de los residuos que duran miles de años y tampoco de la extracción y purificación del combustible. Las minas de uranio a cielo abierto destruyen hectáreas de territorio, emiten toneladas de partículas en suspensión a la atmósfera y consumen enormes cantidades de petróleo. Además, para purificar el uranio se debe utilizar ácido sulfúrico en enormes cantidades y producen cantidades igualmente enormes de residuos tóxicos. Por lo tanto, este argumento también es falso. Además, la emisión de CO2 es muy importante en la construcción de las centrales, en la extracción y en el almacenamiento de los residuos.

Cuarto mito: La nuclear es rentable

Cuando se dice que la nuclear es rentable se miente igualmente, ya que el coste de la energía nuclear oscila entre 2800€/ KW y unos 5000€/ KW si se tienen en cuenta los costes de construcción, el 55% del total; de ahí el interés de alargar la vida útil de las centrales nucleares ya en marcha, a pesar de su deterioro y del incremento del riesgo de accidentes. En resumen, las nucleares sólo son rentables si se subvencionan con dinero público o bien si se hacen durar más tiempo de lo recomendable.

En conclusión, la política energética debe enfocarse hacia incrementar la eficiencia, a realizar grandes inversiones para sustituir las fuentes no renovables y a cerrar las nucleares cuanto antes mejor.

Óscar Simón es militante de En lucha.

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