Fotograma de la película protagonizada por James Franco.
Allen Ginsberg se aclara la garganta entre una nube de humo. Se ajusta sus gafas de pasta y sonríe a su compañero. Respira hondo y lo escupe: el poeta declama Aullido, el sórdido poema que dedicó a las mejores mentes de su generación, destruidas por la locura y arrastrándose en busca de un colérico pinchazo. Así arranca Howl, la biografía cinematográfica del escritor y activista estadounidense, figura de proa de la Generación Beat, que revolucionó su tiempo con un poema escrito a los 29 años.
La escena recrea una noche histórica para la poesía contemporánea, de la que no ha sobrevivido ninguna imagen. "Nuestro primer impulso fue rodar un documental pero, al descubrir la falta de material, tuvimos que inventarnos otra cosa", explica Rob Epstein, director de Howl junto a Jeffrey Friedman.
Ambos se han decantando por un extraño híbrido sin precedentes conocidos: una película que reconstruye escenas reales y cuyos diálogos fueron pronunciados por sus verdaderos protagonistas. "En ese sentido, es como un documental. En todos los demás, es diferente", afirman los directores.
Riesgo animado
Ginsberg tenía la celestial costumbre de llamar ángeles a las personas que le caían bien. Quizás estos dos directores también se lo merezcan por haber elegido a James Franco como álter ego. "Era un sueño personal participar en una película sobre la Generación Beat, pero siempre creí que me pedirían interpretar a Jack Kerouac o Neal Cassady", admite el actor a Público en Berlín, donde acaba de inaugurar su primera exposición artística. "No estaba seguro de ser el actor adecuado, hasta que vi una foto suya de joven y descubrí que se parecía a mi hermano", asegura Franco. "Su parecido es sorprendente. Sólo hubo que teñirle el pelo de negro y ponerle prótesis en las orejas", dicen los directores.
Algo más semejantes son sus biografías. La afición de Franco a la literatura le ha impulsado a estudiar en Columbia como hizo Ginsberg antes de que lo echaran por dormir con chicos en su habitación y a debutar en la narrativa con Palo Alto, un libro de cuentos sobre su ciudad de origen apaleado por la crítica estadounidense. "De adolescente tenía muchos problemas para la vida social, igual que Ginsberg", cuenta el actor. "En el instituto me dieron el premio a la mejor sonrisa porque eso fue lo único que hice durante cuatro años: sonreír. Actuar me dio permiso psicológico para ser expresivo, aunque fuera en un mundo imaginario".
Sexualidad en verso
Un proceso de liberación parecido al del propio Ginsberg, que encontró en la poesía una manera de expresar sus sentimientos con franqueza y, ya de paso, reafirmar su diferencia sexual. La película habla del asunto con la misma sinceridad que el poema. "Películas como Milk o Howl abren la puerta a tratar la homosexualidad en películas comerciales, más allá de los festivales y las salas de arte y ensayo", opina Franco.
Los directores están de acuerdo. Y ellos saben de qué hablan: hace 15 años dirigieron The Cellulloid Closet, documental sobre el tratamiento de la homosexualidad en la historia de Hollywood, que aclaraba, entre otras cosas, por qué Paul Newman no le hacía ningún caso a Elizabeth Taylor en La gata sobre el tejado de zinc. "Hollywood es un simple reflejo del mundo. Y, como el mundo ha cambiado, Hollywood también se ha visto obligado a cambiar", analiza Epstein. "El próximo reto será introducir escenas de sexo homosexual en las películas".
EL PUBLICO
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