Arturo Alejandro MUñoz para KAOS EN LA RED
AYER RECIBÍ este correo en el que se confirman –mediante pruebas de ADN- las identidades de los cadáveres encontrados hace ya algún tiempo en terrenos militares del Fuerte Arteaga, en Colina, comuna cercana a Santiago.
El correo me motivó a escribir el artículo que le sigue, pero también caló en mi corazón nuevas iras y renovados dolores por aquella impunidad que cada vez parece asentarse con mayor soberbia en medio de nuestro Chile, aprovechando el desinterés irresponsable que las nuevas generaciones muestran por el pasado histórico de su propio país.
Ellas, tal vez, desconocen lo que una vez escribió el profesor Luis Advis y cantó Quilapayún: “ustedes que ya escucharon la historia que se contó, no sigan allí sentados pensando que ya pasó…(...)... quizás mañana o pasado o bien en un tiempo más, la historia que han escuchado de nuevo sucederá… es chile un país tan largo mil cosas pueden pasar, si es que no nos preparamos resueltos para luchar””
El correo de marras es el siguiente:
Mié, 27 de Ene, 2010 //6:08 pm
Estimados amigos, artistas y colegas:
Les escribo para compartir con ustedes un hecho de importancia nacional y de mucho dolor para mi. Mi padre, Héctor Ricardo Pincheira Núñez, médico y asesor de Allende, Detenido Desaparecido desde el Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973, después del análisis de ADN nuclear realizado, se confirma que fueron encontrados sus restos en el Fuerte Arteaga.
Los detalles son escabrosos, algunos de ustedes conocen la historia, pero finalmente, por dura que sea ésta, es importante descubrir las atrocidades cometidas en dictadura.. Es importante hacerlas visible en el panorama político que estamos viviendo. La información se nos entregó el lunes (25 de enero 2010) a los familiares por el equipo investigador de Servicio Médico Legal y el juez Fuentes Belmar. A pesar que ha sido publicado en algunos medios, creemos que no ha tenido la cobertura que se merece.
El grupo que estuvo hasta último momento en la Moneda, resistiendo el Golpe, se merece ser tratado como héroes, fue por sus convicciones que permanecieron en la Moneda defendiendo la constitucionalidad. Como ustedes saben, yo he desarrollado un constante trabajo artístico en relación a esta historia, que también es la mía, de manera velada o explicita, he tratado de hacerla visible, es por esta razón que comparto con ustedes este hecho, si alguno de ustedes cuenta con medios de comunicación, de la índole que sea, se les agradece difundirlo.
Saludos Afectuosos
Máximo Corvalán-Pincheira
Los Héroes de La Moneda
AL FINALIZAR CASI el año 1978, muchos generales, coroneles y comandantes del Ejército, de Carabineros y de la FACH comenzaron a ponerse extremadamente nerviosos en la capital de Chile. Los ‘malditos curas’ habían sido informados –en secreto de confesión- de la existencia de una decena de cadáveres enterrados en los hornos de Lonquén, pertenecientes a humildes campesinos asesinados -salvaje y cobardemente- por Carabineros del sector algunos años antes.
El estridente timbre de la alarma general se había disparado y muchos oficiales y suboficiales de las fuerzas armadas comenzaron a mirar hacia su comandante en jefe en procura de cobijo y apoyo. Desde el escritorio de Augusto Pinochet fue evacuada la orden: “Trasladen televisores”,vale decir, proceder con premura a desenterrar loscentenares de cuerpos sepultados por los mismos militares que los asesinaron, y lanzarlos al océano lo más pronto posible antes que nuevas “confesiones en iglesias” detallaran los lugares de exterminio y sepultación a lo largo de Chile.
Entre esos centenares de chilenos asesinados cobardemente por los militares (la mayoría de los disparos fueron hechos por la espalda, a corta distancia) se encontraban los 21 defensores del palacio de La Moneda, quienes resistieron por más de cuatro horas el asedio de cientos de soldados premunidos de armas largas, tanques, aviones, bazookas , lanza granadas, etc., hasta que el propio Presidente Salvador Allende les ordenó dejar las armas, abandonar la casa de gobierno y rendirse ante las tropas que en ese momento comandaba el general Palacios.
En las horas siguientes, el ejército chileno dibujó un sangriento baldón sobre las hojas de su propia historia, ya que –soslayando con salvaje soberbia los acuerdos internacionales firmados por Chile y sus gobiernos- los 21 prisioneros defensores de La Moneda, del Presidente y de la Constitución Política del Estado, fueron torturados salvajemente en un recinto militar (Regimiento Tacna), y luego, sin juicio alguno ni menos aun derecho a defensa legal, en el Fuerte Arteaga (Peldehue, Colina) el día jueves13 de septiembre de 1973 se les asesinó por la espalda en un simulacro cobarde de fusilamiento, ametrallándolos al más puro estilo utilizado por las nazis alemanes en campos de concentración como Auschwitz, Treblinka y otros.
Los ‘valientes soldados’ de Pinochet y de la ultra derecha criolla y norteamericana, habían dado muerte a ‘terroristas marxistas, hienas rojas’, en un procedimiento que se decía resultaba necesario para ‘salvar a Chile del comunismo’. Esas ‘hienas’ eran médicos, ingenieros, periodistas, abogados…gente profesional, de enorme valía para Chile, así como también había estudiantes universitarios –miembros del GAP algunos de ellos- y, obviamente, varios militantes del Partido Socialista.
Augusto Pinochet, Gustavo Leigh, César Mendoza y José Toribio Merino, apostaban por el exterminio total de toda huella de izquierdismo, y con mayor razón si este había mostrado rasgos de heroicidad en los enfrentamientos con las tropas regulares del ejército, la fuerza aérea, la armada o carabineros.
La defensa de La Moneda el martes 11 de septiembre de 1973, correspondía exactamente a uno de esos hechos que los cuatro generales golpistas deseaban evitar que fuesen conocidos por la opinión pública.
Veintiún civiles, mal armados, mal entrenados la mayoría de ellos (o sin entrenamiento militar ninguno, en el caso de los asesores del Presidente), aislados y carentes de apoyo logístico, no sólo mantuvieron a raya a tres regimientos completos (Tacna, Buin y Blindado) durante cuatro horas, sino, además, provocaron bajas severas en las filas uniformadas disparando desde los balcones de La Moneda, ayudados exclusivamente por algunos francotiradores leales al gobierno, apostados en los edificios aledaños a la Casa de Toesca.
Quizá, debido a la vergüenza, el coronel Joaquín Ramírez quería ‘fusilarlos en el acto’, allí, en calle Morandé, cuando los defensores de La Moneda –por irrestricta órdenes del Presidente de la República- habían depuesto las armas entregándose a las fuerzas militares.
Los 21 prisioneros fueron fusilados en Peldehue (Fuerte Arteaga) el 13 de septiembre de 1973. Sus restos en sacos -según el testimonio del suboficial Eliseo Cornejo, testigo de los luctuosos sucesos- habrían sido lanzados al mar desde un helicóptero Puma.
Estaban entre ellos el sociólogo Claudio Jimeno Grendi, el médico siquiatra Georges Klein Pipper, el intendente de palacio Enrique Huerta Corvalán, el abogado Arsenio Poupin Gissel, el funcionario Daniel Escobar Cruz y los combatientes GAP: Oscar Lagos Ríos, Juan Montiglio Murúa, Julio Moreno Pulgar, Julio Tapia Martínez, Oscar Valladares Caroca y Juan Vargas Contreras, que eran miembros del GAP.
Otros nueve capturados en La Moneda fueron identificados a través de las osamentas que se encontraron muy posteriormente, en 1991, en el Patio 29 del Cementerio General de Santiago.
Ante la llamada “Mesa de Diálogo”, el Ejército siempre arguyó que los cuerpos de esas personas habían sido lanzados al océano, lo cual, en alguna medida, corresponde a la realidad… pero no a la estricta y rigurosa verdad. GGF.
EL ‘TRASLADO DE TELEVISORES’
Tal como ya se indicó anteriormente, a fines de 1978 Augusto Pinochet ordenó la operación “Traslado de Televisores”, la cual no era otra cosa que desenterrar los cuerpos de todos los civiles asesinados secretamente por militares y lanzar los cadáveres al mar. El descubrimiento de cuerpos de inocentes campesinos abatidos a tiros por carabineros en Lonquén, gatilló los miedos en la alta oficialidad de las fuerzas armadas.
A pesar de los cuidadosos resguardos tomados por gente de la CNI, alguien finalmente habló. Esa persona –cuya identidad el público desconoce- informó a las autoridades judiciales que “a cinco kilómetros del recinto de campaña, en una caverna frente al sector cordillerano NASA, veinte cráneos”. Correspondían, por cierto, a los civiles fusilados en Fuerte Arteaga por efectivos militares los años 1973-1974.
Allí se inició entonces la investigación que conduciría finalmente a develar al menos una parte de la verdad.
Cinco militares en retiro del regimiento Tacna comenzaron a ser procesados como autores del delito de exhumación ilegal de cadáveres en el Fuerte Arteaga del ejército el año 1978. Con la resolución del juez especial Juan Carlos Urrutia, se abrió una etapa inesperada en los procesos sobre detenidos desaparecidos y asesinados por la dictadura.
En 1978, esos uniformados servían en el regimiento Tacna, y ellos eran: el coronel Hernán Canales Varas, comandante de la unidad y el mayor Luis Fuenzalida, jefe de Inteligencia; también eran de Inteligencia los tres suboficiales procesados: José Canarios Santibáñez, Darío Gutiérrez de la Torre y Eliseo Cornejo Escobedo. Este último fue testigo, en 1973, del fusilamiento en el Fuerte Arteaga de los prisioneros de La Moneda que estuvieron el 11 de septiembre junto al presidente Salvador Allende.
Cinco años después del golpe de estado (1978), Cornejo Escobedo recibió instrucciones del general Enrique Morel, que había sido edecán de Pinochet, para que indicara el sitio de sepultación de los fusilados a objeto de proceder a su desentierro.
Según lo acreditó la ministra Amanda Valdovinos, que tuvo a su cargo la primera parte de la investigación, la exhumación del 23 de diciembre de 1978 fue una operación institucional: los desenterradores dispusieron de protección, todos eran militares, los trabajos fueron controlados por oficiales, se usaron vehículos y maquinaria pesada del ejército y se dispuso de un helicóptero Puma para retirar los sacos con los restos humanos que se extrajeron de la fosa.
Después de múltiples búsquedas apoyadas por peritos de diversos servicios y por la policía de Investigaciones, a fines del primer semestre de 2001, la magistrada logró dar con la “gran fosa”, como la calificó en sus informes a la Corte Suprema. Los datos que aportaron militares que participaron tanto en los fusilamientos como en el posterior desentierro de 1978, fueron fundamentales para hallar el lugar.
Ubicada la fosa (o el pozo, según militares que participaron en los hechos relatados), la magistrada fue encontrando piezas óseas múltiples (500, aproximadamente), entre dientes y fragmentos de cráneo y mandíbulas.
“Se encontraron restos de granadas, material balístico y numerosos elementos culturales de la época (1973)”, estableció la jueza en su primer informe del 8 de marzo de 2002. “Se trata de restos de personas que estuvieron en el Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973, fueron trasladadas al regimiento Tacna, y posteriormente a Peldehue donde habrían sido fusiladas días después”, escribió la ministra en el mismo informe.
La Guardia no abandona al Presidente (al menos, una parte de ella -detectives- , ya que la otra parte -carabineros- se retiró del lugar a media mañana), y el GAP tampoco…he ahí, entonces, a los héroes de La Moneda que defendieron con sus vidas la institucionalidad democrática, la Constitución Política y la Presidencia de la República. Pero, con mayor enjundia, esos héroes defendieron al pueblo de Chile y a esa orgullosa Historia nuestra que nos mostraba ante la faz del mundo, hasta ese entonces, como nación independiente, digna y soberana.
El correo me motivó a escribir el artículo que le sigue, pero también caló en mi corazón nuevas iras y renovados dolores por aquella impunidad que cada vez parece asentarse con mayor soberbia en medio de nuestro Chile, aprovechando el desinterés irresponsable que las nuevas generaciones muestran por el pasado histórico de su propio país.
Ellas, tal vez, desconocen lo que una vez escribió el profesor Luis Advis y cantó Quilapayún: “ustedes que ya escucharon la historia que se contó, no sigan allí sentados pensando que ya pasó…(...)... quizás mañana o pasado o bien en un tiempo más, la historia que han escuchado de nuevo sucederá… es chile un país tan largo mil cosas pueden pasar, si es que no nos preparamos resueltos para luchar””
El correo de marras es el siguiente:
Mié, 27 de Ene, 2010 //6:08 pm
Estimados amigos, artistas y colegas:
Les escribo para compartir con ustedes un hecho de importancia nacional y de mucho dolor para mi. Mi padre, Héctor Ricardo Pincheira Núñez, médico y asesor de Allende, Detenido Desaparecido desde el Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973, después del análisis de ADN nuclear realizado, se confirma que fueron encontrados sus restos en el Fuerte Arteaga.
Los detalles son escabrosos, algunos de ustedes conocen la historia, pero finalmente, por dura que sea ésta, es importante descubrir las atrocidades cometidas en dictadura.. Es importante hacerlas visible en el panorama político que estamos viviendo. La información se nos entregó el lunes (25 de enero 2010) a los familiares por el equipo investigador de Servicio Médico Legal y el juez Fuentes Belmar. A pesar que ha sido publicado en algunos medios, creemos que no ha tenido la cobertura que se merece.
El grupo que estuvo hasta último momento en la Moneda, resistiendo el Golpe, se merece ser tratado como héroes, fue por sus convicciones que permanecieron en la Moneda defendiendo la constitucionalidad. Como ustedes saben, yo he desarrollado un constante trabajo artístico en relación a esta historia, que también es la mía, de manera velada o explicita, he tratado de hacerla visible, es por esta razón que comparto con ustedes este hecho, si alguno de ustedes cuenta con medios de comunicación, de la índole que sea, se les agradece difundirlo.
Saludos Afectuosos
Máximo Corvalán-Pincheira
Los Héroes de La Moneda
AL FINALIZAR CASI el año 1978, muchos generales, coroneles y comandantes del Ejército, de Carabineros y de la FACH comenzaron a ponerse extremadamente nerviosos en la capital de Chile. Los ‘malditos curas’ habían sido informados –en secreto de confesión- de la existencia de una decena de cadáveres enterrados en los hornos de Lonquén, pertenecientes a humildes campesinos asesinados -salvaje y cobardemente- por Carabineros del sector algunos años antes.
El estridente timbre de la alarma general se había disparado y muchos oficiales y suboficiales de las fuerzas armadas comenzaron a mirar hacia su comandante en jefe en procura de cobijo y apoyo. Desde el escritorio de Augusto Pinochet fue evacuada la orden: “Trasladen televisores”,vale decir, proceder con premura a desenterrar loscentenares de cuerpos sepultados por los mismos militares que los asesinaron, y lanzarlos al océano lo más pronto posible antes que nuevas “confesiones en iglesias” detallaran los lugares de exterminio y sepultación a lo largo de Chile.
Entre esos centenares de chilenos asesinados cobardemente por los militares (la mayoría de los disparos fueron hechos por la espalda, a corta distancia) se encontraban los 21 defensores del palacio de La Moneda, quienes resistieron por más de cuatro horas el asedio de cientos de soldados premunidos de armas largas, tanques, aviones, bazookas , lanza granadas, etc., hasta que el propio Presidente Salvador Allende les ordenó dejar las armas, abandonar la casa de gobierno y rendirse ante las tropas que en ese momento comandaba el general Palacios.
En las horas siguientes, el ejército chileno dibujó un sangriento baldón sobre las hojas de su propia historia, ya que –soslayando con salvaje soberbia los acuerdos internacionales firmados por Chile y sus gobiernos- los 21 prisioneros defensores de La Moneda, del Presidente y de la Constitución Política del Estado, fueron torturados salvajemente en un recinto militar (Regimiento Tacna), y luego, sin juicio alguno ni menos aun derecho a defensa legal, en el Fuerte Arteaga (Peldehue, Colina) el día jueves13 de septiembre de 1973 se les asesinó por la espalda en un simulacro cobarde de fusilamiento, ametrallándolos al más puro estilo utilizado por las nazis alemanes en campos de concentración como Auschwitz, Treblinka y otros.
Los ‘valientes soldados’ de Pinochet y de la ultra derecha criolla y norteamericana, habían dado muerte a ‘terroristas marxistas, hienas rojas’, en un procedimiento que se decía resultaba necesario para ‘salvar a Chile del comunismo’. Esas ‘hienas’ eran médicos, ingenieros, periodistas, abogados…gente profesional, de enorme valía para Chile, así como también había estudiantes universitarios –miembros del GAP algunos de ellos- y, obviamente, varios militantes del Partido Socialista.
Augusto Pinochet, Gustavo Leigh, César Mendoza y José Toribio Merino, apostaban por el exterminio total de toda huella de izquierdismo, y con mayor razón si este había mostrado rasgos de heroicidad en los enfrentamientos con las tropas regulares del ejército, la fuerza aérea, la armada o carabineros.
La defensa de La Moneda el martes 11 de septiembre de 1973, correspondía exactamente a uno de esos hechos que los cuatro generales golpistas deseaban evitar que fuesen conocidos por la opinión pública.
Veintiún civiles, mal armados, mal entrenados la mayoría de ellos (o sin entrenamiento militar ninguno, en el caso de los asesores del Presidente), aislados y carentes de apoyo logístico, no sólo mantuvieron a raya a tres regimientos completos (Tacna, Buin y Blindado) durante cuatro horas, sino, además, provocaron bajas severas en las filas uniformadas disparando desde los balcones de La Moneda, ayudados exclusivamente por algunos francotiradores leales al gobierno, apostados en los edificios aledaños a la Casa de Toesca.
Quizá, debido a la vergüenza, el coronel Joaquín Ramírez quería ‘fusilarlos en el acto’, allí, en calle Morandé, cuando los defensores de La Moneda –por irrestricta órdenes del Presidente de la República- habían depuesto las armas entregándose a las fuerzas militares.
Los 21 prisioneros fueron fusilados en Peldehue (Fuerte Arteaga) el 13 de septiembre de 1973. Sus restos en sacos -según el testimonio del suboficial Eliseo Cornejo, testigo de los luctuosos sucesos- habrían sido lanzados al mar desde un helicóptero Puma.
Estaban entre ellos el sociólogo Claudio Jimeno Grendi, el médico siquiatra Georges Klein Pipper, el intendente de palacio Enrique Huerta Corvalán, el abogado Arsenio Poupin Gissel, el funcionario Daniel Escobar Cruz y los combatientes GAP: Oscar Lagos Ríos, Juan Montiglio Murúa, Julio Moreno Pulgar, Julio Tapia Martínez, Oscar Valladares Caroca y Juan Vargas Contreras, que eran miembros del GAP.
Otros nueve capturados en La Moneda fueron identificados a través de las osamentas que se encontraron muy posteriormente, en 1991, en el Patio 29 del Cementerio General de Santiago.
Ante la llamada “Mesa de Diálogo”, el Ejército siempre arguyó que los cuerpos de esas personas habían sido lanzados al océano, lo cual, en alguna medida, corresponde a la realidad… pero no a la estricta y rigurosa verdad. GGF.
EL ‘TRASLADO DE TELEVISORES’
Tal como ya se indicó anteriormente, a fines de 1978 Augusto Pinochet ordenó la operación “Traslado de Televisores”, la cual no era otra cosa que desenterrar los cuerpos de todos los civiles asesinados secretamente por militares y lanzar los cadáveres al mar. El descubrimiento de cuerpos de inocentes campesinos abatidos a tiros por carabineros en Lonquén, gatilló los miedos en la alta oficialidad de las fuerzas armadas.
A pesar de los cuidadosos resguardos tomados por gente de la CNI, alguien finalmente habló. Esa persona –cuya identidad el público desconoce- informó a las autoridades judiciales que “a cinco kilómetros del recinto de campaña, en una caverna frente al sector cordillerano NASA, veinte cráneos”. Correspondían, por cierto, a los civiles fusilados en Fuerte Arteaga por efectivos militares los años 1973-1974.
Allí se inició entonces la investigación que conduciría finalmente a develar al menos una parte de la verdad.
Cinco militares en retiro del regimiento Tacna comenzaron a ser procesados como autores del delito de exhumación ilegal de cadáveres en el Fuerte Arteaga del ejército el año 1978. Con la resolución del juez especial Juan Carlos Urrutia, se abrió una etapa inesperada en los procesos sobre detenidos desaparecidos y asesinados por la dictadura.
En 1978, esos uniformados servían en el regimiento Tacna, y ellos eran: el coronel Hernán Canales Varas, comandante de la unidad y el mayor Luis Fuenzalida, jefe de Inteligencia; también eran de Inteligencia los tres suboficiales procesados: José Canarios Santibáñez, Darío Gutiérrez de la Torre y Eliseo Cornejo Escobedo. Este último fue testigo, en 1973, del fusilamiento en el Fuerte Arteaga de los prisioneros de La Moneda que estuvieron el 11 de septiembre junto al presidente Salvador Allende.
Cinco años después del golpe de estado (1978), Cornejo Escobedo recibió instrucciones del general Enrique Morel, que había sido edecán de Pinochet, para que indicara el sitio de sepultación de los fusilados a objeto de proceder a su desentierro.
Según lo acreditó la ministra Amanda Valdovinos, que tuvo a su cargo la primera parte de la investigación, la exhumación del 23 de diciembre de 1978 fue una operación institucional: los desenterradores dispusieron de protección, todos eran militares, los trabajos fueron controlados por oficiales, se usaron vehículos y maquinaria pesada del ejército y se dispuso de un helicóptero Puma para retirar los sacos con los restos humanos que se extrajeron de la fosa.
Después de múltiples búsquedas apoyadas por peritos de diversos servicios y por la policía de Investigaciones, a fines del primer semestre de 2001, la magistrada logró dar con la “gran fosa”, como la calificó en sus informes a la Corte Suprema. Los datos que aportaron militares que participaron tanto en los fusilamientos como en el posterior desentierro de 1978, fueron fundamentales para hallar el lugar.
Ubicada la fosa (o el pozo, según militares que participaron en los hechos relatados), la magistrada fue encontrando piezas óseas múltiples (500, aproximadamente), entre dientes y fragmentos de cráneo y mandíbulas.
“Se encontraron restos de granadas, material balístico y numerosos elementos culturales de la época (1973)”, estableció la jueza en su primer informe del 8 de marzo de 2002. “Se trata de restos de personas que estuvieron en el Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973, fueron trasladadas al regimiento Tacna, y posteriormente a Peldehue donde habrían sido fusiladas días después”, escribió la ministra en el mismo informe.
La Guardia no abandona al Presidente (al menos, una parte de ella -detectives- , ya que la otra parte -carabineros- se retiró del lugar a media mañana), y el GAP tampoco…he ahí, entonces, a los héroes de La Moneda que defendieron con sus vidas la institucionalidad democrática, la Constitución Política y la Presidencia de la República. Pero, con mayor enjundia, esos héroes defendieron al pueblo de Chile y a esa orgullosa Historia nuestra que nos mostraba ante la faz del mundo, hasta ese entonces, como nación independiente, digna y soberana.
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