sábado, 4 de diciembre de 2010

LOS OJOS DE UNA PASIONARIA






por ELENA PONIATOWSKA.publicado en el diario CLARIN en 2002
Ninguno de nosotros sabemos cuándo ni cómo vamos a morir. Tina Modotti lo intuyó, porque se sabía enferma del corazón. Vittorio Vidali (su último compañero) también lo sabía, de allí sus remordimientos. Tina vio tantas atrocidades durante la Guerra Civil de España, tantos combatientes murieron en sus brazos cuando ayudaba al doctor Norman Bethune a practicar las primeras transfusiones de sangre "allí mismo, en la trinchera, en medio del fragor de la batalla", tantos jóvenes la llamaron María en el último instante, en el Hospital Obrero de Madrid, en 1937, que no creo que a ella misma le importara mucho morir. Tampoco creo que le importara mucho el sitio en que quedara sobre la tierra, aunque a Vidali, alias Enea Sormenti y Carlos Contreras, comandante del quinto regimiento, sí le importaba, porque cuando le conté, en Trieste, que Tina aún se encontraba en la sección más pobre del panteón de Dolores —la de las tumbas más desvalidas, escondida entre malezas y hojas secas— y que la lápida —con su perfil grabado por Leopoldo Méndez y unas estrofas del poema de Neruda— estaba cuarteada, se le nublaron los ojos. Para localizar la tumba de Tina había que consultar un libro en el panteón de Dolores, caminar un kilómetro y dirigirse a una puerta lateral, la que hoy lleva al crematorio: Tina Modotti/ Lote 5/Línea 28/Sepultura 26. Tampoco el acta de defunción le hace justicia a Tina. Ahora, los italianos de México la recuperan para Italia, para que esté enterrada con ellos en tierra mexicana. (...) Recuperan a una militante comunista que se mantuvo en la sombra y a las órdenes del partido, primero en México, luego en Rusia y en España. Si Tina Modotti no sobresale como militante, su obra fotográfica resulta sobresaliente y sus fotografías son mexicanas, retratan a México y retratan precisamente a aquellos que van a dar a la quinta sección, a los más pobres de nuestro país. Entre 1923 y 1929, año en que asesinaron a Julio Antonio Mella cuando iba de su brazo por la calle, Tina Modotti se detuvo frente a las peluquerías y las iglesias; retrató cristos crucificados y cristos vivientes "de esos que todavía hoy caminan por las calles de México"; compartió la suerte de los obreros y los campesinos en sus mitines y en sus marchas de protesta; trabajó para el periódico comunista El Machete, y fue a dar a la cárcel acusada de intento de asesinato del presidente Pascual Ortiz Rubio, al lado de otros luchadores sociales. Su fotografía primero siguió los pasos del extraordinario Edward Weston, pero ya cuando Tina pudo volar con sus propias alas, voló hacia su infancia de niña hambrienta en Udine, hacia Sacco y Vanzetti —las actividades contestatarias—, y escogió el México de los más pequeños y los más olvidados. Actriz en Hollywood, gitana y femme fatale, posó desnuda en la azotea para Weston y escandalizó. Posó desnuda para los murales de Diego Rivera en la capilla de Chapingo y escandalizó. Los hombres se enamoraron de ella (los hombres captan la aceptación absoluta que de ellos hace una mujer y la totalidad de su entrega, y Tina fue una mujer total), y cuando José Magriñá "al servicio del dictador cubano Gerardo Machado" asesinó a Mella, el escándalo fue mayor y los periódicos de México publicaron desnudos y cartas, la acusaron de disoluta, hablaron de crimen pasional, no la bajaron de "veneciana perversa" y Mata Hari del Comintern, y bastaron cinco días para que destruyeran su reputación. Fue entonces cuando Tina adquirió su verdadera estatura. En medio del furor desatado en su contra, sin apoyo de los azorados comunistas que no sabían qué hacer, mostró su esencia: la libertad que siempre la rebasó y guió todos sus actos e hizo que los muralistas y pintores, los escritores y los estridentistas la amaran y la integraran al proceso histórico del país que estaba creándose después de la Revolución, y la consideraran parte de la cultura en formación. México entonces resultó formidable. El llamado Renacimiento mexicano fue la piedra imán que atrajo al país a Jean Charlot y Pablo O''Higgins, a Katherine Anne Porter y D.H. Lawrence (...) Si Tina al regresar a México en 1939 ya no quiso ver a sus amigos es porque ya no era de ellos, no les pertenecía, esos tiempos felices ahora ya no importaban, tampoco era la María Ruiz Sánchez de la guerra de España, la miliciana, la enfermera, la activista del Socorro Rojo Internacional, la que se había entregado porque era un movimiento natural de su alma. Parecía querer vivir en blanco, sin señas de identidad, pero sobre todo sin lazos ni pasiones. El pacto germano-soviético le dio la puntilla. No podía entender las explicaciones que le daban los articulistas de El Popular ni la aceptación del propio Vidali. Tina lo vivió como una traición a sus ideales. Como que ya la pira la había consumido o, como dicen los hombres del campo, había acabado de estar. Vidali la engañaba, pero esa traición no era mayor que la de sus creencias, la de su lucha. Vivió en 46 años mucho más de lo que muchos viven en 80, su vida era —como dice el lugar común— una novela. Nacida en 1896 en Udine, en la región del Friuli, cerca de Venecia, murió del corazón en un taxi, el 5 de enero de 1942. Cuando el taxista volvió la cabeza, su pasajera ya no le respondió. La llevó entonces a la Cruz Verde. Allá llegó Vidali a reconocerla (...) "¿Qué se hace a la hora de morir?", pregunta Rosario Castellanos. (...) ¡Ojalá y este abrazo le dé al polvo enamorado de Tina un poco del calor que finalmente la vida le negó!


Palabras de la novelista Elena Poniatowska, autora de la biografía Tinísima, al colocarse una nueva estela en la tumba de Modotti, en Mexico, en 1999

No hay comentarios:

Publicar un comentario