Los miembros de los Socialistas Revolucionarios de Egipto han sufrido, durante años, la represión por parte de un estado policial mientras intentaban organizarse para luchar por la democracia y los derechos laborales. Gracias a estos esfuerzos valientes, fueron capaces de jugar un papel crítico en la organización de las primeras manifestaciones del 25 de enero, las que impulsaron la revuelta –finalmente vencedora– contra el dictador Hosni Mubarak. Su posición clave se mantuvo a medida que el movimiento crecía.
Sameh Naguib es un miembro líder de los Socialistas Revolucionarios, y ha hablado con Mostafa Omar en El Cairo sobre la dinámica de la revolución egipcia y sobre lo que puede suceder a partir de ahora.
Estos son tiempos increíbles para todos los revolucionarios egipcios. Pero, a medida que se acercaba el 25 de enero, ¿os esperabais que pasaría todo lo que ha pasado después?
Claro que sabíamos, teóricamente, que la situación política ha sido muy volátil desde hace años, y que un estallido revolucionario era posible. Pero no nos esperábamos en absoluto que pasara el día 25. La cantidad masiva de manifestantes que participaron en las protestas de ese día y su nivel de militancia es algo sin precedentes.
Estábamos acostumbrados a las convocatorias que pedían días de acción masiva, pero después sólo aparecían cien o doscientas personas que eran rápidamente dispersadas por las fuerzas de seguridad. Pero el 25 de enero, la cifra de manifestados crecía y crecía a medida que pasaban las horas, en El Cairo, en Alejandría y en cada vez más ciudades.
Los manifestantes pudieron rechazar con éxito los ataques continuados de la policía lanzándoles piedras. La gente salía de casa para unirse a nosotros. Las mujeres aullaban y nos lanzaban caramelos. A finales del 25 de enero, nos dimos cuenta que el momento revolucionario había comenzado.
¿Cuál fue el papel de los Socialistas Revolucionarios y de las otras fuerzas de la izquierda en la movilización de la protesta del 25 de enero?
Nosotros, y el resto de la izquierda, junto con el Movimiento de los Jóvenes del 6 de abril, jugamos un papel clave en la movilización. Los Hermanos Musulmanes no apoyaron el llamamiento a las protestas porque, como es habitual, no les gusta apoyar lo que no controlan. O sea que la izquierda tuvo que coger el timón.
Nuestro grupo y el resto de fuerzas de la izquierda nos reunimos y trazamos una estrategia de acción para el día 25. Por ejemplo, decidimos comenzar la manifestación en diferentes puntos de El Cairo, para dirigirnos luego hacia la plaza Tahrir. Hicimos así para evitar que las fuerzas de seguridad concentraran la atención en un solo punto central y rompieran nuestra acción antes de que comenzara, tal y como han hecho siempre en el pasado. Esta táctica nos resultó útil.
Además, si hemos de ser honestos, las fuerzas de seguridad no estaban preparadas para la cantidad masiva de gente que salió a la calle; les cogió desprevenidos.
Los medios de comunicación occidentales y egipcios continúan repitiendo que se trata sencillamente de una revolución de la gente más joven que se ha organizado a través de Facebook y otras redes sociales. ¿Nos puedes hablar un poco de la composición de clase, en los primeros días de la revolución?
La gente joven de diferentes clases sociales, cada uno con sus respectivos agravios contra el régimen, jugaron, efectivamente, un papel clave en la ignición de la revolución. Pero la contribución de la clase trabajadora ha sido también central desde el primer día.
Suez, por ejemplo, una ciudad con mucha clase trabajadora y con una larga historia de luchas contra los británicos y los sionistas, ha sido a la vanguardia de la revolución. Los trabajadores de Suez salieron de las fábricas de la ciudad y llenaron las calles, y sacrificaron los primeros mártires el día uno de la revolución. Sheikh Hafez Salama, un líder de las luchas contra el colonialismo británico de los años cuarenta en Suez, y después, de la guerra contra Israel, estaba en la calle con los revolucionarios. Incluso vino hasta aquí y se unió a nosotros en la plaza Tahrir.
De un modo similar, los trabajadores de El Cairo, Alejandría y Mansura han tenido un rol destacado en los acontecimientos desde el inicio. Pero los trabajadores no pudieron participar como fuerza colectiva para que los capitalistas comenzaran una huelga, parando la producción. Esto cambió en los días previos a la caída de Mubarak el día 11 de febrero y en los días que vinieron inmediatamente después.
En Tahrir, Alejandría y en otros lugares de Egipto, millones de personas participaron en la revolución. ¿Cómo operasteis e intervenisteis los Socialistas Revolucionarios, que sois poco numerosos, en este movimiento masivo? ¿Cuáles eran vuestras prioridades?
Desde el principio, los socialistas, los nasseristas y otros grupos de izquierda tuvimos un papel importante a la hora de dirigir las protestas. Pero a medida que se multiplicaban los manifestantes hasta llegar a los millones sólo en El Cairo o Alejandría y la revolución se expandía, tuvimos que concentrarnos en determinados puntos y priorizar. Decidimos centrarnos en cuatro o cinco cosas. Apostamos por continuar las luchas para hacer caer al régimen y rechazamos las llamadas a negociar con ellos.
Pusimos las demandas de la clase trabajadora en primer lugar, en el centro de toda nuestra literatura y la agitación. Hablamos con todos nuestros contactos y aliados en el movimiento obrero, y agitamos a favor de hacer huelgas que ayudaran a fortalecer la revolución.
Pedimos la confiscación de los activos de las grandes corporaciones conectadas con el régimen de Mubarak, y que estos activos fueran nacionalizados, y puestos bajo el control de los trabajadores.
Hicimos agitación para transformar la revolución política en una revolución social, y para obtener demandas populares como un salario mínimo de 1.200 libras [egipcias], sindicatos independientes, puestos de trabajo y subsidios de desempleo, entre otras demandas de clase.
Elaboramos seis comunicados para articular nuestro análisis y nuestras demandas, y en distribuimos miles y miles por las plazas, también utilizamos nuestra página web para llegar a todas las partes del país.
¿Cuál es el papel de los Hermanos Musulmanes, la mayor fuerza política en la oposición del país?
Los líderes de los Hermanos Musulmanes no apoyaron el llamamiento para la manifestación del 25 de febrero. En general, no apoyan a las acciones que no inician o controlan. Pero cuando empezó a ser evidente, a medida que pasaban las horas del primer día, que se estaba entrando en una revolución, decidieron participar.
Jugaron un papel importante en Tahrir y en el resto de puestos, sobre todo durante el 2 de febrero, el día en que el gobierno envió a sus mercenarios a caballo, armados con cócteles molotov, para atacar a los manifestantes.
No es necesariamente por número por lo que cabe destacar su papel; en realidad, no tienen más de un 15 o un 20 por ciento de apoyo político en la calle, y sólo uno de los 13 mártires de aquel día era miembro de los Hermanos. Fue más bien su nivel de organización, lo que ayudó. Actúan con una gran disciplina, y eso fue de ayuda a la hora de defender la plaza.
Ahora quieren anunciar que forman un partido político nuevo. Algunos miembros quieren que tenga una base civil, no religiosa. Otros, los de la vieja guardia conservadora, se oponen. En otras palabras, esperamos que haya una división entre sus filas.
Hemos visto la formación de un grupo más liberal, la Etilaf Shabab Althawra, la Coalición de la Juventud de la Revolución, que ha formulado una serie de demandas políticas y el lunes pasado negoció con el ejército. Esta formación incluye un grupo de activistas que han participado en la revolución, pero representan un sector liberal, de clase media, que quisiera limitar la revolución en el campo estrictamente político, con la demanda de reformas democráticas, pero sin cuestionar o desafiar al sistema básico del capitalismo. Estos liberales consideran que su tarea es aconsejar y presionar al ejército para sustituir tal o cual persona corrupta con este o con aquel tecnócrata honesto.
Muchos de estos liberales, ahora, se oponen a las huelgas de los trabajadores y trabajadoras: dicen que son egoístas, y hay quienes atacan a los huelguistas desde Facebook. Como he dicho antes, lo que quieren es reformas políticas, y se oponen a la lucha de clases.
Por supuesto, nosotros apoyamos y pedimos reformas democráticas, pero luchamos por una democracia radical que pone al frente y como punto clave los intereses de la gente trabajadora. Como socialistas revolucionarios, no queremos quedarnos en una revolución política; estamos organizando una revolución social liderada por los trabajadores y trabajadoras egipcias.
Hay muchos otros socialistas y grupos de la izquierda radical en Egipto.
¿Qué relación teneis con el resto de la izquierda radical? ¿Estais tomando alguna iniciativa política?
Siempre nos coordinamos con todas las otras fuerzas de la izquierda. Por ejemplo, formamos parte de un frente para la izquierda radical. En conjunto, coordinamos el apoyo a las huelgas, las manifestaciones, los comunicados públicos y a la prensa... Esto es importante. Estamos en una situación nueva, y muchas fuerzas de la izquierda y la derecha están formando partidos políticos.
También hemos de sacar adelante nuestras propias iniciativas. Primero, ayudamos a crear comités para defender la revolución entre los estudiantes y los trabajadores. Después, estamos haciendo una campaña de recogida de firmas entre los principales militantes de la clase trabajadora para formar un nuevo partido de los trabajadores. Este partido podría organizar, representar y articular los intereses de los trabajadores y trabajadoras e impulsar adelante la revolución.
La clase trabajadora egipcia es inmensa en cuanto a número, y las huelgas son masivas y extensas. ¿De qué manera se empieza a construir un partido así?
Sí, es cierto, pero no empezamos de cero. Hemos construido contactos y relaciones cercanas con la clase trabajadora durante los años de lucha anteriores y, al mismo tiempo, nos concentramos en sectores centrales de la economía: los trabajadores del sector textil, correos, los ferrocarriles, el transporte, las comunicaciones y la industria del cemento.
Pienso, también, que el nuevo movimiento para formar sindicatos militantes independientes que sustituyan a los pro-gubernamentales tendrá éxito, y esto nos ayudará en el esfuerzo por construir el partido de los trabajadores. Se trata de un movimiento revolucionario: tomas la iniciativa, y luego ya se verá qué pasa.
El ejército, ahora, controla el país, emitiendo comunicados y haciendo algunas concesiones, como la de disolver el parlamento. ¿Qué esperas del ejército a partir de ahora? ¿Utilizarán la fuerza contra las huelgas?
El ejército es un punto clave de la economía egipcia: controla un 25 por ciento, desde sectores como la industria, las extensiones agrícolas y los hoteles, pasando por el comercio de armas.
El ejército ha forzado a marchar a Mubarak y ha tomado el poder en un intento de bajar el ritmo de la revolución y salvar el sistema. Las presiones de la revolución desde abajo causaron una fractura en la cúpula del ejército: Mubarak, el ministro de defensa Mohamed Tantawi y el vicepresidente Omar Suleiman querían que el ejército hiciera uso de la fuerza para suprimir la revolución. El teniente general Sami Hafez Anan, jefe militar del Estado Mayor –que el 25 de enero estaba en Washington, por cierto– se negó a usar la fuerza. Cuando se llegó a este punto, no había otra salida que no fuera abandonar a Mubarak.
Ahora, el ejército pide a los huelguistas que detengan el movimiento, y eso es todo lo que pueden hacer: no están en una posición que les permita prohibir o atacar a las huelgas, ahora mismo. El ímpetu de la situación, de momento, aún es favorable a los trabajadores. El ejército necesitaría un tiempo para movilizar a la mayoría de la opinión pública contra los huelguistas –no sólo los liberales de clase media– antes de poder plantearse atacar a las huelgas.
Finalmente, el ejército se encuentra en una posición difícil. La revolución egipcia está teniendo un impacto regional e internacional inmenso. El mundo nos está mirando. La revolución tiene causas profundas, una fuerza enorme y un gran potencial para convertirse en una revolución social. Esta no es como las revoluciones que sucedieron en Filipinas contra Ferdinand Marcos durante los años ochenta o en Indonesia contra Suharto en los noventa: el papel de la clase trabajadora egipcia, en nuestra revolución, es más central que el que jugaron los trabajadores en las demás revoluciones mencionadas.
La clase trabajadora de nuestro país sentó las bases para los acontecimientos del 25 de enero con una lucha de clases intensiva que se ha estado desarrollando desde 2004. Es por ello que, en Egipto, la clase dirigente lo tendrá mucho más difícil para limitar la revolución a las reformas políticas.
Artículo extraído de Socialist Worker.
Traducción del inglés por Alba Dedeu
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