Declaración de Izquierda Anticapitalista en el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras
Otro 8 de marzo llega, y nos siguen sobrando los motivos para salir a la calle a reivindicar la vigencia y la necesidad de la lucha feminista. Y lo hacemos, con más fuerza y contundencia que nunca, porque a pesar de los avances vividos gracias a todas las mujeres que han levantado sus voces en sus puestos de trabajo, en sus hogares, en las escuelas y, particularmente, en la calle, hoy nos seguimos encontrando, en tanto que mujeres, en un mundo donde se nos continúa explotando, discriminando, oprimiendo y silenciando.
Reivindicamos la centralidad de la lucha feminista en un momento de crisis sistémicas que, lejos de solucionarse- tal como nos quieren hacer creer desde los gobiernos-, no dejan de profundizarse día a día. La crisis económica, la crisis financiera, la crisis alimentaria y la crisis ecológica vienen también acompañadas de una crisis de los cuidados, y todas ellas visibilizan de manera punzante las caras más amargas y las contradicciones de un sistema capitalista heteropatriarcal, imperialista y racista basado en la lógica del beneficio económico y totalmente indiferente hacia el bienestar y los derechos de las personas, de los pueblos y del planeta. Es por ello que la lucha feminista en estos momentos, si bien trabajando desde la autonomía, debe llevarse a cabo en alianza con todas las otras luchas y movimientos sociales que, en su denuncia de la Europa del capital, de la guerra y de las crisis, están llevando a cabo el actual ciclo de movilizaciones entorno al semestre de la presidencia española de la Unión Europea.
Las mujeres sufrimos las consecuencias de las crisis del sistema de manera particularmente dramática y severa. Las sufrimos, en el Norte y en el Sur, en unos mercados laborales que nos siguen condenando, a pesar de la hueca retórica neoliberal sobre la conciliación, la paridad y los derechos formales, a altas tasas de paro, precariedad, temporalidad y subocupación. También nos condenan a la segregación horizontal y vertical y a la discriminación salarial y en las condiciones de trabajo. Hoy las mujeres tenemos más derechos sobre el papel que ayer, pero ¡seguimos siendo trabajadoras y ciudadanas de segunda!
Sufrimos doblemente las consecuencias del recorte del gasto público y de las privatizaciones ya que, ante el declive de los servicios sociales, somos las mujeres, particularmente las mujeres de clase trabajadora, las que acabamos responsabilizándonos del cuidado y el bienestar de las personas. Muchas mujeres lo seguimos haciendo en el hogar de manera invisible, gratuita e infravalorada. Muchas otras, la mayoría mujeres migrantes, encuentran en los cuidados su única alternativa laboral, una alternativa que se mueve en el marco de la economía informal y en situaciones de precariedad, abuso y explotación. De una manera u otra, es nuestro trabajo de cuidado el principal subsidio al sistema capitalista y a unos gobiernos que hace tiempo que renunciaron a garantizar derechos sociales y que actualmente se limitan a gestionar un sistema que no deja de hacer aguas. ¿O qué se piensan pasaría si convocáramos una huelga internacional de TODAS las cuidadoras? ¡El mundo se convertiría en un caos!
Sufrimos también como mujeres la violencia sobre nuestros cuerpos ejercida en los conflictos bélicos, que con la crisis de civilización no harán más que agravarse; la sufrimos de forma cotidiana en nuestros hogares, en nuestros trabajos, en nuestras escuelas. Sufrimos también la violencia estructural contenida en cada acto de agresión, vejación o discriminación lesbófoba y tránsfoba que se da cada día en la calle, en los puestos de trabajo, en los espacios privados o desde las instituciones. Sufrimos la violencia ejercida contra las mujeres migrantes por una Ley de Extranjería clasista, xenófoba y heteropatriarcal que las convierte en ciudadanas y trabajadoras de tercera y las condena a la vulnerabilidad, la precariedad y la invisibilidad. Sufrimos de forma particularmente violenta los efectos de las crisis las mujeres jóvenes, ya que hemos soportado el mayor aumento en las tasas de paro en los dos últimos años y tenemos la mayoría de contratos temporales y becas. Sufrimos todas las mujeres la violencia ejercida por las instituciones que, en alianza con la Iglesia Católica y su política de control de nuestros cuerpos y nuestra sexualidad, siguen negándonos nuestro derecho al aborto libre y gratuito fuera del Código Penal e incluido en la Sanidad Pública.
Este momento de crisis es un momento de desconcierto, de sufrimiento y, para muchas, de desesperanza. No obstante, también tenemos que seguir reivindicándolo como un momento de denuncia, de respuestas colectivas y de posibilidades de grandes cambios. En un contexto en que las contradicciones de este sistema opresivo pesan más que nunca, es la hora de seguir ampliando, desde un feminismo de resistencia pero también de combate y reivindicación, las grietas de un sistema, que, hoy más que nunca, no se aguanta por ningún lado.
En un firme rechazo de los actuales intentos de las élites políticas y económicas de reformar aquello irreformable, tenemos que aprovechar para difundir y hacer avanzar propuestas de cambio basadas en otras lógicas: en la de la solidaridad, en la de la igualdad, en la de la libertad, en la del bien común, en la de los derechos sociales y de los pueblos. En definitiva, en la lógica de la vida. Propuestas que tengan en cuenta y combatan todas las opresiones y las diferentes formas en que éstas se entrecruzan para garantizar la pervivencia del sistema. Propuestas feministas y anticapitalistas.
Contra las crisis del capitalismo ¡Revolución feminista!
Otro 8 de marzo llega, y nos siguen sobrando los motivos para salir a la calle a reivindicar la vigencia y la necesidad de la lucha feminista. Y lo hacemos, con más fuerza y contundencia que nunca, porque a pesar de los avances vividos gracias a todas las mujeres que han levantado sus voces en sus puestos de trabajo, en sus hogares, en las escuelas y, particularmente, en la calle, hoy nos seguimos encontrando, en tanto que mujeres, en un mundo donde se nos continúa explotando, discriminando, oprimiendo y silenciando.
Reivindicamos la centralidad de la lucha feminista en un momento de crisis sistémicas que, lejos de solucionarse- tal como nos quieren hacer creer desde los gobiernos-, no dejan de profundizarse día a día. La crisis económica, la crisis financiera, la crisis alimentaria y la crisis ecológica vienen también acompañadas de una crisis de los cuidados, y todas ellas visibilizan de manera punzante las caras más amargas y las contradicciones de un sistema capitalista heteropatriarcal, imperialista y racista basado en la lógica del beneficio económico y totalmente indiferente hacia el bienestar y los derechos de las personas, de los pueblos y del planeta. Es por ello que la lucha feminista en estos momentos, si bien trabajando desde la autonomía, debe llevarse a cabo en alianza con todas las otras luchas y movimientos sociales que, en su denuncia de la Europa del capital, de la guerra y de las crisis, están llevando a cabo el actual ciclo de movilizaciones entorno al semestre de la presidencia española de la Unión Europea.
Las mujeres sufrimos las consecuencias de las crisis del sistema de manera particularmente dramática y severa. Las sufrimos, en el Norte y en el Sur, en unos mercados laborales que nos siguen condenando, a pesar de la hueca retórica neoliberal sobre la conciliación, la paridad y los derechos formales, a altas tasas de paro, precariedad, temporalidad y subocupación. También nos condenan a la segregación horizontal y vertical y a la discriminación salarial y en las condiciones de trabajo. Hoy las mujeres tenemos más derechos sobre el papel que ayer, pero ¡seguimos siendo trabajadoras y ciudadanas de segunda!
Sufrimos doblemente las consecuencias del recorte del gasto público y de las privatizaciones ya que, ante el declive de los servicios sociales, somos las mujeres, particularmente las mujeres de clase trabajadora, las que acabamos responsabilizándonos del cuidado y el bienestar de las personas. Muchas mujeres lo seguimos haciendo en el hogar de manera invisible, gratuita e infravalorada. Muchas otras, la mayoría mujeres migrantes, encuentran en los cuidados su única alternativa laboral, una alternativa que se mueve en el marco de la economía informal y en situaciones de precariedad, abuso y explotación. De una manera u otra, es nuestro trabajo de cuidado el principal subsidio al sistema capitalista y a unos gobiernos que hace tiempo que renunciaron a garantizar derechos sociales y que actualmente se limitan a gestionar un sistema que no deja de hacer aguas. ¿O qué se piensan pasaría si convocáramos una huelga internacional de TODAS las cuidadoras? ¡El mundo se convertiría en un caos!
Sufrimos también como mujeres la violencia sobre nuestros cuerpos ejercida en los conflictos bélicos, que con la crisis de civilización no harán más que agravarse; la sufrimos de forma cotidiana en nuestros hogares, en nuestros trabajos, en nuestras escuelas. Sufrimos también la violencia estructural contenida en cada acto de agresión, vejación o discriminación lesbófoba y tránsfoba que se da cada día en la calle, en los puestos de trabajo, en los espacios privados o desde las instituciones. Sufrimos la violencia ejercida contra las mujeres migrantes por una Ley de Extranjería clasista, xenófoba y heteropatriarcal que las convierte en ciudadanas y trabajadoras de tercera y las condena a la vulnerabilidad, la precariedad y la invisibilidad. Sufrimos de forma particularmente violenta los efectos de las crisis las mujeres jóvenes, ya que hemos soportado el mayor aumento en las tasas de paro en los dos últimos años y tenemos la mayoría de contratos temporales y becas. Sufrimos todas las mujeres la violencia ejercida por las instituciones que, en alianza con la Iglesia Católica y su política de control de nuestros cuerpos y nuestra sexualidad, siguen negándonos nuestro derecho al aborto libre y gratuito fuera del Código Penal e incluido en la Sanidad Pública.
Este momento de crisis es un momento de desconcierto, de sufrimiento y, para muchas, de desesperanza. No obstante, también tenemos que seguir reivindicándolo como un momento de denuncia, de respuestas colectivas y de posibilidades de grandes cambios. En un contexto en que las contradicciones de este sistema opresivo pesan más que nunca, es la hora de seguir ampliando, desde un feminismo de resistencia pero también de combate y reivindicación, las grietas de un sistema, que, hoy más que nunca, no se aguanta por ningún lado.
En un firme rechazo de los actuales intentos de las élites políticas y económicas de reformar aquello irreformable, tenemos que aprovechar para difundir y hacer avanzar propuestas de cambio basadas en otras lógicas: en la de la solidaridad, en la de la igualdad, en la de la libertad, en la del bien común, en la de los derechos sociales y de los pueblos. En definitiva, en la lógica de la vida. Propuestas que tengan en cuenta y combatan todas las opresiones y las diferentes formas en que éstas se entrecruzan para garantizar la pervivencia del sistema. Propuestas feministas y anticapitalistas.
Contra las crisis del capitalismo ¡Revolución feminista!
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